A primera vista puede parecer un contrasentido hablar de
Sin embargo, por radicales que sean los cambios efectuados por una generación durante su edad de poder, algo queda, algo yace en el fondo que establece un lazo de unión con el pasado, que mantiene los resultados buenos, los aciertos y aún los vicios mismos de la generación precedente.
Creo que la razón de esto es que todo lo hecho por el hombre no se queda en el vacío, no pierde su vigencia, antes bien, adquiere nueva realidad, en cada hombre nuevo y en cada nueva cultura; además, y esto es definitivo, los problemas que el hombre se plantea no tienen solución final, siempre han sido y serán, los mismos, lo que cambia son las circunstancias, los planteamientos. Lo que una generación nueva ofrece a los problemas humanos no es una solución, sino un enfoque distinto y ese enfoque distinto es lo que mueve hacia delante la cultura y la ciencia.
Nadie osaría decir hoy que la épica y la tragedia griegas están pasadas de moda o que han sido revaluadas o que el Ulises de Joyce hubiera sido posible sin la literatura que ocurre desde
El mundo es la naturaleza transformada por el hombre, es el hombre y las cosas surgidas de la naturaleza manipulada por él en su propio servicio. Mi intento va, pues, a tratar de ver lo que significa
La novela colombiana, en particular
En nuestro país, comentaba un amigo mío, no existe la crítica propiamente dicha. Nuestra crítica no es más que el producto de simpatías personales, obras nuevas con punto de partida en las obras criticadas, aplicación estricta de directrices académicas, perífrasis más o menos bien logradas o anecdotarios sobre lo más llamativo de la personalidad del autor criticado.
La crítica auténtica debe desentrañar el contenido de la obra, su significado y ubicarla en sus circunstancias. Puede ser si, una obra maestra sobre otra obra maestra a condición de que cumpla con los requisitos antes anotados.
Vamos pues, a buscar al hombre en
Pero no nos dispersemos, nuestro objetivo es hallar el lugar del hombre en
Las reflexiones que Arturo Cova hace sobre los resultados de su conducta carecen de madurez y profundidad. Mas que las reflexiones y reproches que puede hacerse un hombre maduro, son las reflexiones de un adolescente en uso de su primer bigote, convencido de que la vida se reduce a correr tras las mujeres y después de dos noches de farra recorridas con los pies y ciento con la imaginación, se siente frustrado y decepcionado, cree entonces ser el primero en descubrir la absurdidad de la existencia y que por lo tanto la vida no merece vivirse.
No quiere decir lo anterior que la problemática planteada por las circunstancias al yo de Cova carezca de importancia y de interés existencial; la tiene si, a pesar de ser una situación corriente: la del provinciano cuasi poeta que realiza sus estudios en la capital metido en el cauce de la bohemia estudiantil, que vive una serie de aventuras fáciles, hasta que llega de improviso a una que cree ser definitiva porque colma momentáneamente su Insatisfacción; pero ocurre lo Imprevisto y los hechos toman un cariz conflictivo. Para cumplir con su honor y defender su amor no le queda otro camino que sacrificar carrera y porvenir por fugarse con su amada a un lugar distante de toda mala suerte.
El asunto es interesante, maleable, lo que ocurre es que a Rivera le faltaron instrumentos adecuados o no estaba en situación de tratarlo. Seguramente no tuvo a mano el psicoanálisis de Freud ni los adelantos realizados por éste en la psicología o no poseía la formación humanística que le permitiera manejar el tema con más propiedad, o simplemente no quiso hacerla porque no era esa su intención, de ahí el tratamiento sin densidad, sin convicción y sin Interés que hace del caso. Rivera se queda en la epidermis de su personaje, hace la geografía de su pathos limitándose a llamar la atención, sin ningún énfasis, sobre los lugares que ofrecen mayor interés.
Alicia es una débil caricatura de
Barrera es un malo de una maldad sin proporciones, sin fundamento, sin consistencia. Una idea de la maldad que no encuentra el sujeto preciso para tomar cuerpo, una maldad flotando en la atmósfera como cualquier virus que cae de pronto, a manera de epidemia, sobre haciendas y caseríos inocentes e indefensos. Su maldad es fantasmagórica, es la maldad sin barreras.
Don Clemente Silva no es más que un pretexto de Rivera para mostrar de qué es capaz la vorágine, lo que puede hacer al hombre que le hace frente. Se puede advertir en la concepción de don Clemente la influencia del romanticismo extremo con su manía de recargar a los personajes con el sumum de desdichas o de felicidades, solo que don Clemente no tiene cuerpo para resistir tanta desgracia; las desgracias pasan por él, lo consumen, le apabullan y siguen adelante arrastrando al pobre viejo tras si como una sombra.
Estos son los personajes centrales de la novela de Rivera. En su derredor rondan como sombras, no digamos personajes, puesto que les falta carácter, sino esbozos de personajes. Los personajes de
El hombre en
El hombre en
Rivera es como esos trovadores medievales contadores de leyendas que, conmovidos por las hazañas que narraban, acababan por ser ellos tan héroes o más que los héroes de sus relatos. Quiso contar el cuento de la selva tropical pero no llegó a la identidad con la selva, no supo robarle su secreto, se quedó a mitad de camino como una sombra extraña mitad hombre mitad jungla. De haber asumido su papel de ser ahí soberano, dueño de las circunstancias, no habría intentado contar el cuento de la selva, hubiera dejado que la selva y las fieras hablasen su propio lenguaje y tendríamos entonces un Libro de las tierras vírgenes de los trópicos americanos como el de Kipling lo es de las selvas indias. Si hubiera asumido su papel de ser ahí, no solamente dueñ0, sino también dominador de las circunstancias,
¿Qué es
El adolescente no es todavía un hombre, es apenas un hombre en camino
Nos hemos preguntado por el sitio del hombre en
Si nos fijamos en la literatura norteamericana contemporánea de
El hombre norteamericano es distinto del hombre de Latinoamérica. El latinoamericano es un hombre nuevo en una tierra nueva, un hombre que no sabe quién es ni ha medido las posibilidades de su suelo, mientras que el norteamericano es un hombre viejo en una tierra nueva, y no del todo nueva, sino que repite muchas de las características de su antigua tierra. El norteamericano es un vecino que cambia de casa, que abandona una residencia estrecha e incómoda, recargada de tradiciones, herencias y recuerdos, por una mansión espaciosa, nueva, que le abre la perspectiva de realizar en ella, libremente, sus ambiciones; por lo tanto su proceso de adaptación no produce ningún desgarre, ningún choque violento; solo tiene que vencer un ligero complejo de usurpador, echar raíces que lo aten y repartir por las innumerables salas y aposentos del hogar el contenido de los arcones en que trajo sus antiguos haberes. Nunca perdió su identidad a pesar de que las circunstancias de la residencia adquirida imprimieran cambios a su temperamento y dieran nuevos rumbos a su fantasía, a su ambición y a sus fuerzas rejuvenecidas por el contacto con la atmósfera saludable de la tierra inculta.
¿En qué quedamos al fin sobre el ser de
Vargas Llosa resulta, a juicio nuestro, un caso insólito en la novela de América del Sur. Le conocimos por La ciudad y los perros que nos sorprendió por la maestría del diálogo, la fuerza narrativa, el realismo y el atrevimiento de la concepción, la ambientación acertada y el pensamiento y el estilo americanista que trasciende. La casa verde reafirma su talento y despeja todo equívoco frente a la autenticidad y valor de su estro. Rojas Herazo ha dicho que La casa verde constituye una forma adulta de la novelística americana, compartimos su opinión. Es una forma adulta si, pero no madura, a pesar de su calidad indiscutible.
García Márquez, acusado de seguir muy de cerca la tradición impuesta por la literatura norteamericana, Faulkner en especial, es la muestra más convincente de lo que ha logrado la literatura colombiana. No nos dijo mucho con La hojarasca y EI coronel no tiene quién le escriba, pero su voz no puede dejar de ser escuchada en La mala hora y en cuentos como Un día después del sábado y Los funerales de la mama grande. Este último cuento es un logro de calidad positiva, en él se perciben aciertos de ambientación, humor depurado, crítica certera y consciente, estilo literario casi decantado de Influencias foráneas y personalidad literaria bien definida.
No podemos dejar de citar a Alejo Carpentier, a Mejía Vallejo, a Julio Cortázar, a Eduardo Mallea, a Jorge Icaza porque también se han preocupado de exponer al mundo las dimensiones, el carácter y la figura que tendrá el hombre de