17/3/08

Vida y hechos del café en Colombia

Por José Chalarca

Orígenes del Café. El cafeto es oriundo de Abisinia, hoy República de Etiopía, situada en la parte nororiental del continente africano.

Por mucho tiempo se pensó que este arbusto cuyo fruto ha jugado un papel de tanta importancia dentro del proceso de la cultura occidental, era originario del Yemen, al sur de la Arabia Feliz, quizás en razón de que las más antiguas leyendas relacionadas tanto con el cultivo, como con el descubrimiento del café como bebida surgieron en Arabia.

Los escritos más antiguos sobre el café proceden de Arabia o de países de cultura o influencia árabe. Entre los más famosos de estos escritos está el titulado El Triunfo del Café, compuesto por un sabio de la Meca llamado Abu-Bek, en los primeros años del Siglo XV y traducido al francés en 1699 por el orientalista Antoine de Gailland traductor también de las Mil y Una Noches.

Igualmente se debe a Gailland la versión de Las Pruebas y Demostraciones más Fuertes en Defensa de la Legitimidad del Café, cuyo primer manuscrito está fechado en 1559 y del que es autor un cheik de Medina llamado Ab-El-Kader Ansari Jazariel Hambali.

Entre las muchas leyendas y tradiciones sobre el descubrimiento del café y su utilización como bebida, la que ha tenido mayor difusión y ha sido más aceptada es la del pastor Kaldi. Dice la leyenda que el joven Kaldi vio un día el comportamiento extraño de su ganado: sus cabras saltaban y corrían presas de una euforia desbordante. La curiosidad le llevó a observar y establecer luego que los animales cambiaban su proceder después de comer los cogollos de un arbusto que producía pequeñas cerezas rojas. Probó él mismo las hojas y al poco tiempo experimentó similar inquietud.

En la primera oportunidad llevó algunas ramas y frutos al superior de un convento ubicado en las cercanías de su campo de pastoreo. Contó al abad lo sucedido con su rebaño y lo experimentado por él. El superior del convento procedió entonces a cocinar ramas y frutos pero la bebida obtenida resulto de un sabor tan desagradable, que arrojó la cocción a las llamas.

Cuando los frutos empezaron a quemarse, producían un aroma tan agradable, que el buen monje tuvo la idea de preparar la bebida a partir de los granos tostados. Y así nació el café, bebida.

Difusión del consumo y del cultivo. Los árabes descubrieron pronto las virtudes del café y más que sus virtudes, sus posibilidades económicas. Por ello guardaron desde un comienzo todo el sigilo posible sobre las técnicas de cultivo y procuraron por todos los medios impedir la salida de semillas.

El café inició su conquista del mundo como bebida. A Europa entró por Italia en el año 1645 por obra del comerciante veneciano Pietro Della Valle aunque el autor H.J.E. Jacob sostiene en su libro Cuentos y Victoria del Café que el consumo de la bebida en Europa comenzó por Viena con ocasión de la marcha de los turcos sobre la capital austríaca al mando de Kara-Mustafá y atribuye la apertura del primer café, no sólo en Austria sino en el continente europeo, a un héroe polaco de aquella jornada: José Koltschitzky, quien inició labores en un local del Centro de Viena, el 12 de septiembre de 1683.

Los ingleses empezaron a tomar café en 1650 gracias al comerciante Daniel Edwards, de quien se afirma fue también el primero en abrir un establecimiento dedicado al expendio de la bebida, no sólo en Inglaterra sino en Europa entera.

A Francia el café entró por el puerto de Marsella. Se afirma que en 1660 algunos comerciantes marselleses que conocieron en sus correrías las bondades del café y se habituaron a su uso, hicieron traer de Egipto algunas cargas y para 1661 se abrió en Marsella la primera cafetería.

La historia señala el nombre de Solimán Agá, embajador ante la corte de Luis XIV, como el introductor del uso del café como bebida entre la alta sociedad parisiense.

El expendio del café en lugares públicos de París lo hicieron por primera vez un oriental llamado Pascal Armeniano que abrió una tienda de café hacia 1672 en el tradicional Saint Germain y un siciliano de nombre Procopio que abrió, en el mismo vecindario, otro expendio cuyo recinto logró congregar, merced a la calidad y buen gusto de su café, a la mejor sociedad parisina. En 1689, Procopio trasladó su negocio a un local que daba frente al teatro de la Comedia Francesa, en donde permaneció por mucho tiempo. El café de Procopio llegó a tener un gran prestigio en toda la capital de Francia.

Llegada del café a América. Antes de llegar a la América y a Colombia el café cumplió un largo periplo. En 1690 el holandés Nicolás Witzen, logró burlar la vigilancia de los árabes y llevar, desde Moka, un arbusto o unas semillas —las fuentes no lo precisan— a la ciudad de Batavia (antigua capital de las Indias Orientales Holandesas y hoy capital de la República de Indonesia, Yacarta). Witzen tuvo éxito, el café prendió fácilmente y ese mismo año el gobernador de esa colonia envió un pie de cafeto para que se cultivara en los invernaderos de Amsterdam. Seguramente los holandeses de ese entonces pretendieron cultivar el cafeto en su propia tierra con lo que disminuirían los costos y los riesgos del transporte de aquellos años y su intento resultó fallido porque, como lo veremos más adelante, el cafeto es un arbusto propio de la zona tropical de la tierra y su cultivo es imposible en otras latitudes del planeta.

Dicen los historiadores que un militar de apellido Ressous llevó a Francia la primera planta de café procedente de Holanda. Esta planta fue presentada al Rey Luis XIV en Marly en el año de 1712 y que de allí se envió al Jardín de Plantas de París donde produjo flores y frutos; pero muy pronto murió. Ante este hecho el burgomaestre de Amsterdam, señor Brancas, envió otra planta al rey en 1714.

José A. Osorio Lizarazo, historiador y novelista colombiano, anota que este cafeto enviado a Luis XIV por el Consistorio de Amsterdam no fue un don gratuito, sino el resultado de largas negociaciones diplomáticas a raíz de la Paz de Utrecht en 1713, al frente de las cuales estuvo el abate Polignac. Que la planta llegó a París en 1714 y fue recibida por el Rey acompañado de su corte en Marly.

La pequeña planta se entregó al cuidado del botánico Antoine de Jussieu, el primer científico europeo en hacer su descripción y que clasificó, a fines de 1714 como (Jasminus Arabicum Laurifolio, cujus semen nos caffe dicitur: (Jazmín de Arabia con hojas como de laurel, cuyas simientes nosotros llamamos café).

Jussieu logró que el cafeto prosperara, diera semillas y produjera otros arbustos, pero fue removido de su cargo de director del Jardín Botánico de París. En su reemplazo nombraron al médico Chirac quien, en 1723 confió a un militar, de nombre Gabriel De Clieux el transporte de una plantita a las colonias francesas de América, concretamente, a la isla de Martinica.

El café pegó bien en Martinica y según todos los datos conocidos, del arbusto traído por De Clieux, proceden todos los cafetales que empezaron a sembrarse en América Latina; esto a pesar de la estrecha vigilancia sobre las semillas que establecieron los franceses con el ánimo de convertirse en abastecedores únicos del mercado.

Llegada del Café a Colombia. Existen varias versiones sobre la llegada del café a Colombia. Para algunos las primeras semillas o plantas entraron por el oriente a territorios de los departamentos de Norte de Santander y Santander, procedentes de Venezuela; para algunos otros, el cafeto llegó por la región de Urabá, desde Centro América.

La versión más autorizada sobre la plantación de las primeras semillas de café en territorio colombiano es la del sacerdote jesuita español José Gumilla, quien consigna en su obra El Orinoco Ilustrado, la siembra de la planta en la misión de Santa Teresa de Tabage, fundada por la Compañía en la desembocadura del río Meta, en el Orinoco, hacia 1730.

Según fuentes autorizadas los jesuitas llevaron luego semillas de café a Popayán y las sembraron en 1736 en el seminario que tenía la comunidad en esa ciudad.

Son muchas las noticias de siembras de café en distintas regiones del país durante el siglo XVIII; el Virrey Caballero y Góngora, en carta de 1787, afirma que el café se produce bien en todas las regiones de Girón (Santander) y Muzo (Boyacá); sin embargo el cultivo industrial de la planta solo se inició hacia la tercera década del siglo XIX ya que la primera exportación registrada por la cifra de 2.592 sacos de 60 kilos data del año 1835. También es seguro que estos cultivos comerciales se realizaron primero en el oriente del país, en la región que hoy ocupan los Santanderes.

Difusión del cultivo. Las características particulares del suelo colombiano hicieron que el café pegara bien y facilitaron su cultivo. A esta circunstancia se añadieron otras de carácter económico y social tales como el hecho de que el país necesitara de un producto de exportación que garantizara la entrada de divisas suficientes para sustentar su economía y procurar su desarrollo.

De otra parte, la siembra y el beneficio del café ofrecían posibilidades de organizar empresas de tipo familiar que generaban empleo de mucha mano de obra.

Ya dijimos que el cultivo comercial del café se inició en la parte oriental del país, en el territorio de los actuales departamentos de Norte de Santander y Santander. En esa región uno de los principales impulsores de la caficultura fue el sacerdote Francisco Romero, quien estuvo al frente de varias parroquias de la región entre ellas la de Salazar de las Palmas. Este sacerdote, valiéndose del púlpito y del confesionario —imponía como penitencia la siembra de una o varias matas de café—, jugó un papel de mucha importancia en la difusión del cultivo cafetero.

A partir de 1850 el cultivo del café fue desplazándose desde Santander hacia otras regiones del país, particularmente hacia Antioquia.

Este desplazamiento se hizo más efectivo entre 1874 y 1900 y recibió un particular impulso con la inauguración del ferrocarril de Antioquia en 1893, que ofrecía a los nuevos caficultores facilidades para transportar sus cosechas.

El café en la música, el teatro, la poesía y la pintura

Sobre influjo del café en la cultura occidental podrían escribirse numerosos volúmenes; nosotros tenemos que contentarnos con una breve enumeración de las obras más notables que nos lo demuestran.

Juan Sebastian Bach (1685-1750), uno de los más grandes músicos de todos los tiempos, compuso, en 1732 una Cantata del Café (Schweigt Stille), —una de sus poquísimas cantatas profanas—, en la que campea el mismo genio que impregna las demás obras de su inspiración en este género; en esta cantata Bach se manifiesta en un aspecto de comicidad sobria, insólito en él, siempre tan ceñido a la estructura casi matemática de su obra. El contenido del texto es una disputa entre un personaje que odia el café y su hija, que lo encuentra más agradable que cualquiera otra cosa en el mundo.

Otra de las muchas obras que hicieron época en Europa, no ya en la música sino en el teatro, es la comedia en tres actos del célebre comediógrafo veneciano Carlo Goldoni (1707-1793).

La Bottega del Café (El café), estrenada en 1750. El café de Goldoni, es una comedia de caracteres y al mismo tiempo de intriga en la que el verdadero protagonista es un café y uno de sus asiduos clientes, don Marzio, de alma charlatana, despreocupada y alegremente chismosa.

El café, dada su significación en la vida colombiana ha sido motivo de inspiración para novelistas, compositores, poetas, cuentistas, pintores, fotógrafos y otros muchos cultores de las diversas formas de expresión artística.

En el campo de la novela, las obras más logradas con el café al fondo son La Cosecha de José A. Osorio Lizarazo (1900-1964), cuyo tema es la vida de un sector de la población cafetera colombiana. Al pie de la ciudad del novelista antioqueño Manuel Mejía Vallejo (1923), distinguido internacionalmente con el premio Nadal y, Cuando pasa el ánima sola del novelista antioqueño Mario Escobar Velásquez, obra ganadora del premio Vivencias.

En poesía cafetera cabe destacar el poema descriptivo Coffea Arabica de Nicolás Bayona Posada; Romance del Café de Guillermo Edmundo Chávez, el Canto al Café del poeta caldense Ricardo Arango Franco y El Café, soneto de Ismael Enrique Arciniegas, cuyo texto transcribimos como ejemplo:

El Café

De mi tierra en los ásperos breñales

he visto abrirse sus fragantes flores,

que parecen, del sol a los fulgores

nieves sobre los verdes cafetales.

Y después, como fúlgidos corales,

en explosión de vírgenes olores,

lo he visto entre los gajos tembladores,

a la sombra de bosques tropicales.

Ahora..., humea! riega tu perfume;

del ideal las alas desentume

y agita en rauda conmoción mis nervios.

En mí la inspiración sus rayos quiebre;

mi frente nimbe y en sagrada fiebre,

mis versos surjan graves y soberbios.

Ismael Enrique Arciniegas

Los compositores de música popular han encontrado en el café un rico motivo de inspiración. Entre las composiciones más conocidas hay que mencionar el bambuco Sangre de Café de Carlos Botero Henao con letra de Iván Cocherín; Mi Cafetal de Crescencio Salcedo; El Cafetal de Gonzalo Vergara y el bambuco Cafetal de Luis Carlos González.

Dentro de la música culta la obra mas sobresaliente es la del maestro antioqueño Fabio González Zuleta: Sinfonía del Café.

La pintura colombiana con el tema del café cuenta con importantes trabajos de Alipio Jaramillo, Gonzalo Ariza y el pintor caldense Eduardo Ramírez Castro, quien es el que ha realizado una obra más importante con temática cafetera como lo son sus series: Historias del Café, Crónica Visual de Caldas y Adiós al Café.

En fotografía cafetera sobresalen los nombres de Luis A. Ramos, antioqueño, quien hizo magníficas fotografías hacia 1930; José Obando, también antioqueño y de la misma época de Ramos y Félix Tisnés Jaramillo, caldense, distinguido con varios premios nacionales y mundiales de fotografía y logró reunir uno de los archivos más impresionantes sobre el tema: 20.000 fotografías, muchas de las cuales le han dado la vuelta al mundo.